Como terapeuta a menudo oigo decir a los clientes. “Mis sentimientos sexuales me han traicionado”. Lo que quieren decir es que han intentado duramente mantener intactas las defensas del Yo para no experimentar el dolor de la traición. Pero por mucho que lo intenten, inevitablemente bajan la guardia, se involucran sexualmente con alguien y son heridos otra vez. Ven sus sentimientos sexuales como la fuente de esta traición. El sentimiento es que, si no se hubiesen involucrado sexualmente o hubiesen podido experimentar el sexo sin volverse vulnerables, podrían haberse protegido del dolor. Resulta que por un lado tienen sus defensas del Yo, que intentan proteger al Self del dolor y por otro lado tienen sus sentimientos sexuales, que parecen traicionar las defensas del Yo al exponer el Self a ser rechazado otra vez. Sin embargo, nuestra energía sexual tendría que ser una fuente de afirmación del Self y no una fuente de más dolor.
La intensidad de los sentimientos sexuales de las personas está en conflicto con su sistema defensivo y sus intentos por tratar de mantener este sistema en perjuicio de su sexualidad son inmensos. Yo tenía una vez un cliente que constantemente se sentía derrotado por su mujer. Un día dijo que pensaba que la única forma de poder parar la humillación constante del Yo seria cortarse los genitales. Entonces ella no podría obtener lo que quería; sus necesidades sexuales no lo volverían a llevar a una relación en la que siempre se sentía humillado.
Había un psicólogo muy conocido que tenía un programa de radio y televisión. Centenares de personas le escribían cartas cada semana pidiéndole consejo. Era muy popular. Entonces un día no hizo su programa. La policía fue a su casa y lo encontró muerto, se había suicidado. Toda la ciudad estaba conmocionada. Se descubrió que justo antes de suicidarse, se le había comunicado que un cliente había presentado cargos contra él por conducta no ética de tipo sexual. Era incapaz de tolerar la posible pérdida de su posición delante del público y de él mismo. En este caso, su defensa yoica era tan fuerte que se volvió en contra de su cuerpo para matar los sentimientos sexuales que le habían traicionado.
Nuestra pregunta es: “¿ Como puede la expresión de la sexualidad, que es una fuerza del cuerpo y por lo tanto del Self, que da tanta vida, llegar a ser una fuente potencial de traición del Yo ?” Tiene que ser que en alguna parte durante nuestro desarrollo, fuimos traicionados y sentimos un dolor tremendo. Juramos que nunca más seríamos heridos otra vez de esta manera. Pero también habremos descubierto que nuestros sentimientos sexuales tienen su lógica propia. Estas necesidades nos empujan de nuevo a una relación con otros incluso cuando sabemos que estas relaciones pueden traernos otra traición. La solución parecería entonces que pusiéramos bajo el control del Yo nuestras pulsiones, necesidades y sentimientos sexuales y solo nos abriéramos con gente segura que no pareciera capaz de herirnos. En Bioenergetica aprendemos que las defensas del Yo están estructuradas en el cuerpo. Entonces si queremos este tipo de control del Yo sobre nuestra sexualidad, tenemos que estructurarlo en nuestros cuerpos a través de la restricción de nuestra respiración y la contracción de nuestra pelvis. Sentimos que tenemos que tomar las riendas del caballo de nuestros deseos sexuales y permitirle solamente estar libre cuando nos parece que hay la seguridad para hacerlo. Haciendo esto, intentamos conformar nuestra sexualidad a las necesidades del Yo. Por lo tanto estamos vulnerables delante de la expresión libre de esta poderosa fuerza. En cualquier momento esta se puede despegar, dejando al pobre Yo como un jinete indefenso sobre un caballo desbocado. Cuando esto ocurre sentimos como si nuestra sexualidad nos hubiese traicionado, porque inevitablemente acabamos sintiéndonos traicionados por la pareja sexual o por nuestro propio cuerpo. Redoblamos a continuación los esfuerzos para que ello no vuelva a ocurrir, encerramos el caballo dentro de la cuadra, ponemos una cerradura en la puerta, solo para presenciar que el caballo derrumbará más tarde la puerta e irá a lo suyo otra vez. En casos extremos, el Yo mata al caballo y a sí mismo en un intento de no afrontar más humillaciones. Me gustaría analizar el por qué de esta traición del Yo y ver qué puede hacer el Análisis Bioenergético para ayudar a resolver este dilema.
Conocemos todos los caminos caracteriales que hemos desarrollado para protegernos del dolor. Sabemos de los patrones defensivos de: “splitting, holding together, holding on, holding up, holding in and holding back “. Estos patrones se desarrollan como respuestas involuntarias frente al dolor físico y psíquico que experimentamos como bebes y niños. En el período edípico, cuando tenemos energía adicional en el cuerpo alrededor de nuestros sentimientos sexuales, esta energía suplementaria se convierte en un nuevo potencial de poder que puede utilizar el Yo para profundizar la expresión del Self o para reforzar las defensas anteriores.
Una vez que estas defensas están encerradas en un sitio, cualquier movimiento involuntario del cuerpo se experimenta como que no está bajo el control del Ego y por lo tanto es una traición. Por lo tanto, la clave para evitar más humillaciones del Ego es el control de la expresión sexual a través de la limitación del movimiento pélvico. Conscientemente o inconscientemente intentamos regular el impacto de la sexualidad sobre las defensas del Ego controlando su expresión a través de la tensión pélvica. Un ejemplo del rol central de la pelvis para apoyar las defensas del Yo ha sido demostrado por el Dr. Alexander Lowen en la ilustración del arco romano. La pelvis es para la estructura del carácter lo que la piedra clave es para el arco. Si la piedra clave se quiebra, el arco entero está en peligro.
Otra imagen del cuerpo que utilizan Reich y Lowen es el gusano. Un gusano tiene un tubo interior y otro exterior y es altamente flexible. De hecho, en el orgasmo sexual, la pelvis en el tubo humano es capaz de vibrar y moverse de forma involuntaria. En el ejemplo del gusano y del cuerpo humano, la sexualidad es una fuerza de la natuiweza que invita al Yo a entregarse a la pelvis. En el ejemplo del arco romano, el Ego domina la pelvis y hace de su inmovilidad una necesidad para sobrevivir. ¿Cómo llegar desde el arco romano al gusano? ¿Cómo hacerlo para movernos desde la utilización de nuestra energía sexual al servicio del refuerzo de nuestras defensas yoicas – lo que nos lleva a experimentar la rendición a nuestra sexualidad como una forma de traición – hacia la experiencia de nuestra energía sexual como una fuerza vital renovadora de la naturaleza y un soporte del Self?
En el desarrollo del/de la niño/a, parece que todo lo que necesita para su sentido del Self viene del mundo exterior hasta el momento en que su energía sexual está disponible para él/ella. Ha estado dependiente de su entorno que le daba lo que necesitaba para satisfacer sus anhelos más profundos. Más adelante, cuando su energía sexual está disponible, parece como si no solamente tuviera una fuente adicional que puede usar para reforzar sus defensas, sino que también tiene algo que otros pueden desear de él/ella y que a partir de entonces puede optar por retener. Por lo tanto, tiene la oportunidad de dar la vuelta a la posición previa. Ahora se hace posible un desplazamiento energético desde el deseo y la necesidad de la realización de sus necesidades, ahora concentradas en el placer sexual, hacia el poder de negar este placer tanto a él como a los demás. El poder de resistir y el orgullo del Ego pueden ahora tomar el sitio de la entrega y la realización del Self.
La expresión “Seré inaccesible para ti”, “No me pondrás en ridículo”, reemplaza ahora “Te quiero y te deseo”. Ahora sentimos que cuando admitimos nuestra excitación sexual en respuesta a otra persona nos volvemos vulnerables a las heridas primarias y por lo tanto sentimos que tenemos que poner nuestro sexualidad al servicio de nuestras defensas. Cuando hacemos esto, ya no disfrutamos del objeto de amor sino que poseemos este objeto, nos movemos de la entrega hacia diversas formas de control.
Lo primero que ocurre cuando el ego utiliza esta energía como una forma de defensa, es que el sentimiento de placer se vuelve un sentimiento de control. Estar en el control será entonces más importante que experimentar placer, porque reafirma la sensación de fuerza del Ego y de la estructura de carácter. Lo segundo que ocurre es que recreamos la herida primaria contra la que nos estamos defendiendo. En nuestro intento de no ponernos en ridículo al abrir nuestra sexualidad otra vez a alguien que no está y que podría traicionarnos y herirnos, escogemos parejas sexuales, con las que sentimos que tenemos algún control, que parecen por lo tanto ser seguras. Pero, el hecho de que sean tan seguras, ya nos dice que no nos están escogiendo desde un sentido mediatizado por su propio deseo sexual, sino que están respondiendo a la seducción y al control de nuestro Yo.
Un ejemplo dramático en este sentido era un hombre extremamente esquizoide, que podía relajar sus sentimientos sexuales con su mujer sólo cuando ella se hacia la muerta. Como sabemos, en el carácter esquizoide, la mayor parte de la energía del cuerpo es usada para mantener la unidad de la estructura, por lo tanto una carga sexual fuerte es experimentada como una amenaza a la integridad de la estructura. Todo movimiento involuntario tiene que ser controlado. La sexualidad, a menudo, es experimentada como una fuerza desbordante que puede hasta destruir a la persona.
El Dr. Lowen habla sobre este tema en su libro: “La traición del cuerpo”. Dice que para la persona esquizoide la sexualidad es como el caballo de Troia que se introduce dentro de las puertas, a continuación los soldados escondidos dentro atacan la ciudadela del Ego y la desbordan. Para la persona esquizoide, el ser desbordado produce terror lo que activa el dilema entre matar y ser matado. Para evitar este tipo de terror, esta persona solamente se podía sentir segura cuando su mujer se quedaba inmóvil y apenas respiraba. A veces ponía las manos en su garganta para mantenerla en una posición sumisa. Solamente cuando sentía que tenía el control absoluto y que la respiración de su mujer ya no podía detectarse se sentía bastante seguro para relajar la descarga sexual que era posible para él. Naturalmente, cuando se había descargado sexualmente y por lo tanto había reducido la cantidad de energía invertida en sus defensas, se volvía bastante vulnerable. Con esta vulnerabilidad miraba entonces a su pareja, que estaba emocionalmente muerta y no respondía, y por lo tanto, volvía a experimentar la herida primaria y el terror de su niñez. Se congelaba entonces con el shock por lo que experimentaba y otra vez intentaba tener el control sobre su cuerpo y su sexualidad. Este ciclo se repetía a intervalos regulares y nunca cambiaba.
Algunas personas intentarán evitar los sentimientos de abandono al buscar parejas que tienen la necesidad de fusionarse. Buscan una conexión espiritual profunda de compañeros del alma. Sin embargo, como estas personas no son niños, la excitación sexual empieza a construirse en el cuerpo a través del contacto con el otro y busca expresión. Con la expresión de la sexualidad viene la agresión y el deseo. Esto abre el cuerpo para que esté en el mundo y vea la realidad de la otra persona. Con esta realidad viene la consciencia de que o bien no hay fusión posible o bien de que la otra persona que busca una conexión simbiótica realmente no tiene la energía para apoyar la expresión vital, sexual e independiente de uno/a mismo/a. Por lo tanto, otra vez viene la sensación de haber sido traicionado/a porque la persona ahora está abierta pero la fusión es imposible y el dolor del abandono vuelve. La única solución parece ser volver otra vez el cuerpo insensible a la expresión sexual.
La dinámica de intentar protegemos contra el dolor al poner nuestra sexualidad al servicio de nuestras defensas y después escoger una pareja sexual que responda a nuestras defensas garantiza que tanto nosotros como nuestra pareja vamos a acabar sintiendo lo que intentamos evitar. Cuando cerramos nuestra pelvis y no permitimos una descarga plena entonces mantenemos nuestra estructura intacta, pero esto quiere decir que mantenemos la rabia, el miedo y la tristeza de nuestras heridas primarias encerradas en la parte superior del cuerpo. Abrir la pelvis significa que nos volvemos otra vez vulnerables a estas heridas. Para mantener nuestra sexualidad abierta y disponible como soporte para nuestro verdadero self, tenemos que experimentar la curación de estas heridas primarias. Cuando abrimos solamente la mitad superior del cuerpo seguimos siendo vulnerables y totalmente dependientes del entorno para nutrirnos. Esto significa que estamos dependiendo de ilusiones románticas que siempre terminan con una decepción. Cuando solo abrimos la mitad inferior del cuerpo tendremos una sexualidad desconectada de los sentimientos.
Pero ¿cómo puede la relajación de la tensión pélvica y la reconexión con nuestra pelvis ayudar a facilitar la curación? Lo primero es que ayuda a permitir encontrar un camino para que la carga en el cuerpo se descargue a través de las piernas en el suelo. Si la carga energética está bloqueada en el suelo pelvico, la persona está cogida en un circulo vicioso: la herida primaria causa dolor psíquico que produce rabia que produce contracción. La contracción en la pelvis se utiliza para impedir que la energía alrededor del dolor sea descargada. De esta manera la persona sigue manejando su dolor de la misma forma característica. Sin embargo la ayuda más importante al abrir la pelvis, para curar nuestras heridas, viene de que nuestra energía sexual puede proveer internamente lo que el Ego ha estado intentando realizar externamente, sobre todo soporte para nuestra vida en el mundo.
El Yo intenta hacerlo al suprimir el dolor del pasado. Cuando reconocemos y hacemos nuestra la energía sexual en el cuerpo, se abre el dolor del pasado pero también nos da la energía suficiente para revivir las heridas pasadas y soportar su expresión en el presente. Nuestra energía sexual que es una amenaza para las defensas del Yo, se vuelve entonces una afirmación de vida que da soporte al Self verdadero. Es parte de la naturaleza. Es un manantial en la profundidad de la parte inferior de la barriga que sigue buscando su expresión incluso cuando el Ego siente que no tiene sentido continuar. Yo recuerdo un tiempo en mi vida cuando me había colapsado sintiéndome sin esperanza. En este estado experimenté sentimientos de excitación sexual. No podia creérmelo en aquel momento. Quería decir a mis deseos: “¿ No sabéis que no hay esperanza ? ¿ No habéis captado el mensaje que a nadie le importa ? ¿ No sabéis que cada vez cuando intentamos estar en el mundo nos quedamos derrotados, abandonados, heridos, traicionados ?”. Me dí cuenta que la vida sexual de mi cuerpo no estaba totalmente bajo el control del Ego. No compartía la filosofía de desesperanza del ego. Era parte de la naturaleza que continuaría funcionando mientras hubiera vida en mi cuerpo y yo no había logrado matarla. Lo que en otro momento habría podido sentir como un enemigo, era ahora un regalo de la naturaleza que podia dar soporte a mi vida incluso, cuando el Ego se había resignado.
Hemos visto porque utilizamos nuestra energía sexual como medio para reforzar nuestras defensas y lo que podría suponer tener esta energía disponible otra vez para el soporte de uno/a mismo/a. Veremos ahora como el AB puede ayudarnos a hacer esta transición de sentirnos traicionados por nuestra sexualidad hasta el sentirnos apoyados por ella. Otra forma de decirlo: “Qué tipo de experiencia terapéutica necesitamos, para ayudamos a movernos desde nuestra pelvis corno piedra clave en un arco del carácter hasta una expresión vibrante y de entrega a nuestra vida?”
Yo subrayaría cuatro elementos esenciales en la experiencia terapéutica que hacen posible esta transición. Estos elementos son : la relación, el soltarnos, la receptividad y la reintegración.
Antes de todo, necesitamos una relación terapéutica en la que sintamos empatía. No seremos capaces sostener una pelvis abierta y sentir soporte desde nuestra sexualidad a menos que experimentamos una comprensión de nuestras heridas primarias que en un principio encerraron nuestra sexualidad. Esta comprensión tiene que incluir de parte del terapeuta una consciencia de la profundidad del problema, de la severidad del terror y de la vergüenza que subyace debajo del hecho de exponer nuestros más profundos miedos.
Sin embargo no es suficiente una relación empática. También debe haber un método de soltar el sentimiento sexual y una forma de movilizar la pelvis. Hay muchas técnicas a éste nivel, de las
cuales hay una que utilizo mucho y que describiré en detalle más adelante.
El tercer elemento es la receptividad. La receptividad incluye por parte del terapeuta la capacidad de aceptar y contener los sentimientos sexuales liberados a través del trabajo con la pelvis. Muchos terapeutas tienen una comprensión empática del problema y son capaces de aceptar el dolor del niño herido en el cliente, pero a causa de su propia energía pelvica bloqueada no son capaces de dar una receptividad adecuada y límites para los sentimientos sexuales del cliente. Esto provoca que los clientes o bien se sientan sexualmente utilizados o bien tienen que bloquear su propia expresión en un esfuerzo por ayudar al terapeuta a sentirse cómodo.
El cuarto elemento es la reintegración. Esta parte de la terapia incluye el enraizamiento de la carga sexual en el cuerpo y el apoyo al cliente en su recién adquirida libertad de expresión. Significa ayudar al cliente a manejar las frustraciones que va a tener que enfrentar a la hora de ser un miembro sexual activo de nuestra sociedad. Se ha citado a Freud diciendo que su meta en terapia era ayudar a los pacientes a moverse desde el dolor de sus ilusiones hacia el dolor de la realidad. Para mi, el dolor de las ilusiones dura para siempre. Sin embargo, podemos hacer el duelo del dolor de la realidad y la vida puede empezar de nuevo. Este proceso de reintegración es esencial.
Me gustaría describir ahora una técnica que utilizo en terapia y que incluye estos cuatro elementos. Digo al cliente de sentarse contra una pared o una puerta. Los muslos del cliente están paralelos al suelo. Es como si la persona estuviera en una silla imaginaria con la pared como respaldo de la silla. Cojo entonces una toalla enrollada y la pongo entre la parte baja de la espalda del cliente y la pared y le digo de inclinarse hacia atrás contra la toalla. Le instruyo para que arquee la parte baja que esta encima de la toalla de manera que las nalgas toquen la pared. También le digo que mantenga sus hombros contra la pared al mismo tiempo. Entonces le pido que respire, poniendo énfasis en el arco en la espalda, empujando la pelvis hacia atrás contra la pared con la inspiración y haciendo girar la pelvis hacia delante, levantándola de la pared en la expiración. La primera fase de esta técnica es simplemente hacer que el/la cliente siga moviendo la pelvis con la respiración mientras siente el estrés en las piernas. En algún momento, las piernas empezarán a estar cansadas y dolerán. Se puede ver entonces como el/la cliente maneja esta situación. Esto puede dar mucha información sobre el manejo del estrés en la vida de esta persona. Para este ejercicio, simplemente pido al/la cliente que no pare de respirar ni de mover la pelvis con todo el dolor que le pueda producir y que ceda al estrés o al dolor cuando así lo desee y se deje resbalar lentamente hacia el suelo.
En la segunda fase la persona está sentada de la misma forma contra la pared, pero mientras está asi le digo que extienda sus brazos hacia la madre o el padre. Surja la emoción que surja, no tiene que parar de respirar o mover la pelvis. Es fácil ver como el/la cliente inmovilizará la pelvis para defenderse contra el dolor suscitado cuando extiende los brazos. A veces solo puede ir hasta aquí y después tiene que parar. A veces el dolor es demasiado grande y necesita que el/la terapeuta acepte el miedo o la resistencia. Pero en algún momento en la terapia, en el momento adecuado, necesita experimentar el hecho de quedarse con el movimiento pelvico mientras vuelve a revivir traumas tempranos. Cuando esto ocurre, se experimenta como un milagro – la vida sexual del/la cliente es preservada incluso después de haber vuelto a experimentar el dolor de la tráción.
Hago este mismo ejercicio, cuando pido a los clientes que expresen su rabia torciendo una toalla, que expresen el miedo con las manos sobre los ojos o la excitación sexual permitiendo que la carga en la pelvis se extienda a través del cuerpo entero y encuentre expresión a través de los ojos. La clave es no parar el movimiento de la pelvis si es posible. Cuando el/la cliente puede hacer esto, el o ella empieza a experimentar una buena cantidad de carga en la parte baja del cuerpo y en las piernas. Ahora la carga energética en la pelvis se hace más importante para el/la cliente que ganar la batalla del Ego que él o ella perdió hace mucho tiempo.
Podemos tener todas las técnicas del mundo pero si el/la cliente no esta listo para dejarse ir, tanto la técnica como el/la terapeuta son impotentes. Así la cuestión es, ¿ Por qué no dejamos la lucha de defendernos y reclamamos nuestra vida sexual? Una de las respuestas es que tememos que los impulsos sexuales nos destruyan. Para mucha gente, la sexualidad puede parecerse a las sirenas que llaman a Ulises, seduciéndonos a acercarnos únicamente para estrellarnos contra las rocas. Como Ulises nos atamos con una correa al mástil de nuestro carácter en un esfuerzo para evitar la destrucción.
También tenemos otro miedo profundamente arraigado.
Conscientemente o inconscientemente sabemos que al abrir la pelvis no solamente abrimos los fantasmas reprimidos del pasado, sino que también somos empujados hacia nuestra vida adulta presente. Quiere decir que dejaremos de ser niños inocentes que esperan a alguien para rescatarlos. En resumen, tendremos que decir adiós. Tendremos que decir adiós a una esperanza que nos mantenía vivos. Diremos adiós a un paraíso perdido, que de alguna forma deseábamos haber podido recuperar y del cual fuimos echados demasiado rápido para nunca más volver ahí. Y aunque queramos nuestra nueva vida en el mundo tendremos sin embargo la nostalgia de tener que renunciar para siempre a algo que nunca tuvimos.
También tendremos que decir adiós a algo aún más difícil que un paraíso perdido y esto es el resentimiento que albergarnos por todas las injusticias sufridas en el pasado. El Dr. Lowen se ha referido al orgasmo sexual que empieza en el corazón de la persona, que se abre a la pareja sexual y después se extiende al mundo entero.
No podemos a la vez estar abiertos en nuestra pelvis y participar en la renovación de la vida y al mismo tiempo conservar los viejos resentimientos. Tenía un cliente que fue sexualmente abusado cuando era niño. Cuando trabajamos para abrir su pelvis y ayudarle a recuperar su vida sexual de hoy en día, dijo:
“Espero que esto no significa que tenga que dejar mi resentimiento. ¿No quiere decir esto, verdad? Porque si dejo mi resentimiento, seré otra vez una víctima. Tengo que conservar mi resentimiento, para que nunca más vuelva a ser vulnerable ante un abuso. El/la terapeuta tiene que ayudar a un/a cliente de este tipo a mover la energía del resentimiento desde una contracción hacia una expresión, desde el nivel defensivo del Ego de tipo: “¡No me tomarás más el pelo!” hacia la declaración sana de “Me engañaste y te odio por esto, pero he encontrado algo más importante que conservar mi resentimiento – en concreto la vida sexual que durante todo este tiempo he intentado proteger y de la cual he tenido que retenerme para que no la destruyas.”
Abrir la tensión en nuestra pelvis y reclamar nuestra sexualidad significa abrir nuestra estructura de carácter y entonces reexperimentar los sentimientos de traición que van hasta la desesperanza. Pero también significa abrimos para el soporte de uno mismo que nunca tuvimos. Anhelamos la unidad del cuerpo y del alma, del Ego y de su conexión con la fuente de la vida, donde cabalga en la onda de la excitación y nos ayuda a vivir con nuestra pasión sexual en el mundo. Anhelamos la recuperación de la sexualidad y el corazón, donde somos uno con nosotros mismos.
Realmente no somos ni un arco romano ni un gusano. Tenemos más vibración pulsatoria de vida que un arco y tenemos más estructura del Ego y postura en la vida que un gusano. Somos un arco vivo y vibrante. Hemos cerrado nuestra pelvis con el miedo que si vibramos perderemos el poder del ego y nos sentiremos traicionados. Pero si no podemos vibrar, nos rompemos porque no podremos doblamos.
Para recuperar nuestra vida sexual vibratorio, necesitamos una relación terapéutica en la que, con una pelvis abierta, podamos confrontar nuestros miedos más profundos, liberando nuestros sentimientos sexuales más fuertes y encontrar una receptividad que haga que nos sintamos seguros a la hora de hacer nuestra la sexualidad y volver a vivir nuestra vida sexual presente. Cuando hagamos esto, volveremos a donde en un principio perdimos nuestra inocencia y en lugar de intentar recuperar lo que perdimos, haremos, con ayuda, el duelo de la pérdida únicamente con el fin de encontrar un nuevo tesoro. Entonces nos moveremos desde una sexualidad que quiere recuperar o negar un paraíso perdido hacia una sexualidad que no tiene límites en las posibilidades de placer presentes y futuros. Este movimiento desde lo viejo hacia lo nuevo es la aventura de nuestras vidas. Desde este tipo de aventura se sostiene un self sexual real y vibratorio, se afirma nuestro derecho y el placer de estar vivos que temíamos que estaba perdido y que ahora tiene una oportunidad de nacer de nuevo.
Robert Hilton